sábado, 3 de octubre de 2009

XV - Noche de tormenta

Salió del sueño plácido en el que estaba sumida cuando un guante le rozó el hombro, pero más que el sutil contacto del cuero frío contra su camisa de tela, la alarma instantánea que se disparó en su subconsciente, de un modo inexplicable, fue lo que la hizo abrir los ojos y dar un respingo. La estancia principal de la taberna estaba oscura. Sobre los lechos alineados, los soldados de la División Octava dormían, algunos hundidos en sueños inquietos, otros roncando a pierna suelta. Los taberneros se habían recluido en las cocinas para amasar el pan del día siguiente o habían subido a sus aposentos privados a la espera del alba, y a través de la puerta entreabierta sólo se colaba el lechoso resplandor de las estrellas, oculto en ocasiones por las sombras de los guardias goblin que hacían la ronda.


Cuando se arrinconó contra el cabecero y echó mano instintivamente a la daga que guardaba bajo la almohada, la reacción de Ivaine fue de absoluta alarma ante un peligro inminente. Al parpadear y reconocer la silueta que se mantenía en pie junto a su cama, la sensación sólo aumentó. "Joder". Sus párpados se abrieron aún más.


- ¿Qué coño quieres? - espetó en un susurro constante.


El sin'dorei estaba inmóvil, cubierto con una capa que arrastraba hasta el suelo, observándola con la expresión de alguien dispuesto a despellejarla antes de que fuera capaz de gritar. Sin embargo, sólo respondió con un movimiento de la cabeza, señalándole la puerta. Ivaine resopló y se dejó caer de nuevo en el colchón, intentando deshacerse de la alerta perpetua que revoloteaba en su cabeza.

- Déjame en paz, estoy durmiendo.
- Va a haber un desastre si no me escuchas ahora.

Ivaine parpadeó, incorporándose de nuevo y escrutando la mirada del elfo, sorprendida.
- ¿Qué... ? - miró alrededor, al darse cuenta de que había levantado demasiado la voz, y volvió a susurrar. - ¿De qué coño hablas, jodido chalado?
- De la estupidez que ha ordenado nuestro capitán. ¿Quieres escuchar, o no?

Maldición. Que le dieran por culo, no pensaba levantarse en plena noche para salir al frío invierno a escuchar la teoría conspiratoria de un sin'dorei esquizofrénico que solo sabía molestar con su existencia. Exacto. No pensaba ir, de ninguna manera.

Cuando se encontró en el exterior, cruzando la muralla envuelta en una capa, descalza sobre la nieve, se maldijo repetidamente. "Ivaine, eres la persona más estúpida que ha nacido nunca de un vientre de madre. Y además, vas a quedarte helada. Te lo mereces, por gilipollas".

- Vale, ¿Cual es el chiste, Albagrana? - escupió, agarrando de la capa al elfo que caminaba delante suya. La apartó de un manotazo, haciéndola rechinar los dientes. - Eres un cabrón despreciable. ¿Qué quieres de mi ahora?
- Samuelson es un patán sin cabeza - respondió él, girándose, con el rostro imperturbable y las mareas agitadas en la mirada. Podía percibir su ira en cada movimiento calmado y contenido, mientras se estrechaba el embozo en torno al cuerpo. - La situación apunta a un motín en pocos días si las cosas no cambian.
Joder. Estaba hablando en serio. Parpadeó y asintió, escuchándole.
- Prosigue.
- Tú también lo has visto. Los soldados están pasivos, no tienen nada que hacer. Empieza a haber comentarios, no aprueban las decisiones del Capitán, y no me extraña. Deberíamos estar ya en la capilla.
- En eso estamos todos de acuerdo.
- Enviarnos al puente a esperar no es una solución. - Cada palabra sonaba tajante, firme, imbuida por una convicción tan absoluta que a la muchacha se le antojó casi irrefutable. - En realidad no es más que una excusa para aislarme unos cuantos días.
- ¿Aislarte? - Ivaine parpadeó, mirando alrededor y bajando la voz. - ¿Para qué? No entiendo de qué cojones estás hablando, tío.
- Arristan, Elickatos, y unos cuantos más no son nada discretos. - replicó él, volviendo la vista. Parecía molesto por algo, incómodo. - Han estado haciendo comentarios, ya lo sabes.
- Si, ya sé que tienes club de admiradores.
- No se trata de eso.

El elfo suspiró y meneó la cabeza, parecía preocupado, y cuando volvió a mirarla le dio la sensación de que dudaba sobre si seguir hablando o no hacerlo. Arrugó la nariz y se apartó el pelo de la cara, desviando la mirada hacia un lado.

- Me has sacado de la cama para hablarme. Hazlo antes de que me arrepienta y me largue. - le alentó, cortante y antipática. Le salió bien, y se sintió orgullosa.
- Lárgate - replicó el elfo, tras mirarla un instante y chasquear la lengua. - Esto no tiene ningún sentido.
- No lo tiene. Eres un pirado. Sabes que no me caes bien y me despiertas para hablarme de tonterías.

Se dio la vuelta para marcharse, pero se detuvo a medio camino. Se sentía un poquito culpable... aunque le gustaba escuchar ese gruñido quedo, exasperado, tras de sí, a unos cuantos pasos.

- Les he oído hablar - dijo de nuevo, con voz mas suave. - Sé que te han comparado con Theod y piensan que tú serías mejor líder. Y no les falta razón.
- Pero las cosas son como son. Y es Theod quien es capitán, yo no quiero serlo. El comentario ha llegado a sus oídos, y nada bueno va a salir de aquí.
- Pues qué se le va a hacer. - se giró de nuevo, mirándole de soslayo. - Theod tendrá que aprender a convivir con estas cosas.
- Se van a amotinar si siguen inactivos. Todo se irá a la mierda.

Ivaine tomó aire y se dio la vuelta para regresar y enfrentarse a su mirada. Sabía que tenía razón... porque ella también lo había percibido, el enrarecido ambiente, el descontento de los hombres y la evidente comparación. El elfo tenía ese aura extraña, poderosa, de quien ha nacido para caminar por delante, un espíritu enérgico y capacidad para entender a los demás y hacerse entender. No había necesitado mucho tiempo para ganarse el respeto y la simpatía de toda la división, a excepción de ella y del Capitán... y sin embargo, Theod no terminaba de cuajar con ninguno de ellos. Preveía la tormenta.

- ¿Qué tienes en mente para evitarlo? - murmuró, levantando la vista hacia los ojos verdemar, tratando de no parecer demasiado desdeñosa ni demasiado amistosa. - Porque es eso de lo que quieres hablarme, ¿no es así?
- Parece que no eres tonta del todo.
- Tú tampoco eres ninguna lumbrera, pero esa no es la cuestión. Acabemos con esto, tengo sueño.
- Dile al capullo de tu hermano...
- No es mi hermano. Hermanastro. - escupió, ofendida. La mirada suspicaz del sin'dorei la hizo crisparse más.
- Ah... hermanastro, claro. - arqueó la ceja - Ahora encajan muchas cosas.
- ¿Qué cosas?
- Dile a tu hermanastro que podéis ocuparos de eliminar las alimañas de los alrededores hasta que regresemos del puente y haya que prepararse para el ataque. Ha habido muertes por ataques de osos en la zona ultimamente, él lo sabría si se preocupara de reconocer el terreno en el que está destinado.
- ¿Qué cosas, Albagrana? - Él la ignoró y siguió hablando.
- Propónselo con delicadeza, y que no se entere de que ha sido idea mía. Si lo haces tú, aceptará. Al menos, los hombres se sentirán útiles y dejarán de pensar en tonterías.
- No me has respondido.

El elfo se rió entre dientes y se apartó el pelo de la cara, mirándola de nuevo, y cuando volvió a hablar había un timbre de amargura en sus palabras, y algo oscuro y turbulento en su expresión.

- Theod Samuelson es muy orgulloso... pero hará todo lo que tú le pidas si lo haces con mano izquierda. Y si no, seguramente, también.

Ivaine frunció el ceño, avanzando un paso, algo desafiante. Estaba pasando algo, algo más, y no entendía qué era... aunque una parte de ella lo sabía perfectamente. Hacerse la tonta tiene un límite, y no se le escapaban ciertos detalles.

- ¿Por qué estás tan seguro de eso? - susurró, con cierto temor.
- Hay cosas que se huelen, Harren.
- ¿Qué es lo que has olido?
- Tu hermanastro te tiene un intenso afecto - replicó, con una sonrisa torcida, casi cruel.

La muchacha tragó saliva. De niños, Theod siempre le decía que cuando fuera mayor se casaría con ella, y ella le decía que sólo pasaría eso cuando no quedara nadie más sobre la tierra. "Eso lo veremos", respondía el muchacho. "El que la sigue la consigue". Todos los años le enviaba poemas absurdos por su cumpleaños, a los que no hacía el menor caso, pero los había guardado solo porque él no se sintiera ofendido. No, Ivaine no era tonta ni ciega. Pero no esperaba que algo así fuera tan evidente.

- Quieres usar eso para manipularle. Quieres que le manipule, ¿eso me estás pidiendo?
- Te pido que evites un conflicto.

El viento arreció, agitando los cabellos del sin'dorei, que por un momento absorbieron el fulgor de las estrellas y lo reflejaron en su mirada. Serio y grave, aguardaba una respuesta. Ivaine tomó aire. Una parte de sí deseaba negarse y regodearse en una nueva victoria, en su momentáneo poder sobre él.

- No lo haré porque tú me lo pidas, sino porque creo que tienes razón... y pensaba tomar cartas en el asunto de todos modos. - respondió, señalándole con el dedo. Él escupió a un lado, asintiendo, aún con aquella expresión tensa y contenida.

"Aquí hay algo más", se dijo, observándole detenidamente.

- ¿Has terminado?
- He terminado.
- Bien. Me voy.

Ivaine no se movió del sitio. Rodrith Albagrana estaba mirando a algún lugar impreciso, con los dientes apretados. Podía sentir la crispación de sus músculos bajo la capa de piel, la vibración de la energía que se arremolinaba en su interior y parecía zumbar en el ambiente de la noche, mientras las estrellas iluminaban la nieve, sin ceder a la oscuridad de la noche. Cuando la mirada se encontró con la suya le pareció que estaba conteniendo un dolor profundo.

- Al diel shala - dijo simplemente y se inclinó. Despidiéndose. "Anda con cuidado", reconocía esas palabras.

Había creído que esa última noche dormiría tranquila. Sin embargo, las dudas y los pensamientos más confusos y sombríos se agolpaban en su mente cuando regresó a Vista Eterna, con los pies congelados. Tenía que manipular a su hermano, aprovechando sus sentimientos. Un motín amenazaba con despedazar la división. El universo se había vuelto muy complicado de repente.

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