miércoles, 28 de septiembre de 2011

IV .- Ante tí

- Ya estoy aquí.

- Bienvenida. Cuidado, no tropieces con el...

- ¡Joder! Casi me mato... ¿Qué demonios es esto, Rodrith?

- Una alfombra de oso.

- Ya. Pues pon la cabeza hacia el otro lado, si no vamos a caernos cada vez que entremos.

- Ya voy. ¿Qué tal? ¿Qué te han dicho?

- ¿Qué me han dicho de qué?

- Dijiste que irías a Estrella Fugaz por lo de tus mareos.

- Ah, sí. No es nada, la druida me ha dicho que es normal, se me pasará en unos días. Me ha dado unas infusiones.

- Hum. Yo no soy druida, pero no me parece tan normal, la verdad. Quizá deberíamos acercarnos a...

- Rodrith, ¿qué intenciones tienes conmigo?

- ...

- No me mires así. Te lo pregunto en serio.

- ¿Qué clase de pregunta es esa, nena?

- No me llames nena. Y no te rías. Escucha, ya sé lo complicado que eres con ... a la hora de expresar tus sentimientos, y no quiero exigirte nada, pero necesito saber a qué atenerme.

- ... no sé si te entiendo.

- ¿Hasta cuándo vas a quedarte conmigo?

- Hasta que me eches.

- ¿Hasta que te eche? ¿Qué significa eso?

- Que estaré contigo hasta que dejes de quererme a tu lado. Es fácil.

- ¿Cómo estás tan seguro? ¿Y cómo puedo yo estar segura de que me estás diciendo la verdad? Me gusta lo que tenemos pero la vida pasa, Rodrith...

- Ivaine...

- ...y yo soy humana, mi vida es más corta que la tuya, y puede que para tí solo sea otra muesca más en la espada pero yo no quiero desperdiciar los años en...

- Ivaine.

- ¿Qué? 

- ¿Qué es lo que pasa?

- No pasa nada.

- Estás a punto de llorar y te tiemblan las manos. ¿Qué pasa?

- ...

- No sé si es que no confías en mí o no confías en tí, pero la respuesta a todas esas dudas está delante tuya, Ivaine. Estoy aquí, contigo, ¿no? Eres una mujer increíble y me vuelves loco. ¿Por qué iba a querer marcharme? No lo haré, a menos que tú así lo quieras.

- ...

- ¿Por qué me miras así? No, no te des la vuelta. ¿Donde vas? Mírame. ¿Qué pasa, Ivaine?

- Yo...

- Joder, ¿Es eso? ¿Quieres que me vaya?

- ¡No! No... pero si quisieras marcharte, no te detendría. No quiero que estés conmigo por pena o por deber.

- ¿Pero de qué hablas? Deja de escaparte, demonios. ¡Ven aquí!

- ¡Suéltame!
- No, tú, explícate.

- ¡Maldita sea, estoy embarazada!

- ...

- ...

- ...

- ¿No vas a decir nada?

- ...

- ¡Rodrith, por todos los dioses, di algo!

- ¿Estás segura?

- ¡Claro que estoy segura! ¡Por la Luz, esa... esa elfa me ha dicho que estoy de un mes, o puede que más y ha empezado a soltarme esos... esos... esas cantinelas del pan debajo del brazo y...!

- Vale... vale, Carandil, tranquila... no pasa nada. Ya verás como todo sale bien. No te asustes.

- ¡¡Como puedes decir que no me asuste!! ¡¡Tengo dentro un bebé!!

- ¿Y eso te parece tan horrible? 

- ... ¿eso significa que a ti no te parece horrible? ... no te rías, ¿por qué te ríes? No deberías reirte en un momento así... no deberías... idiota...

- Me río porque no me parece horrible. De hecho, me río porque me hace feliz. 

- ¿Te hace feliz?

- Mucho. Gracias, Carandil... gracias, gracias, gracias.

- Cuidado... no me estrujes tanto. Aún estoy...

- Perdona. Perdona.

- ...un poco mareada y... esto ha sido... oh, cielos, borra esa sonrisa de estúpido. No sabes lo mal que lo he pasado. 

- ¿Lo has pasado mal? Tenías que haberme dejado ir contigo. Eres demasiado cabezota.

- Tú no lo entiendes... no lo entiendes.

- No llores más, reina. Verás como todo saldrá bien. 

- ¿Cómo, Rodrith? No tenemos nada... ¿dónde vamos a tenerlo? ¿qué hogar le vamos a dar? ¿cómo lo vamos a mantener? ¿y qué pasa con... con su dignidad? Va a ser el hijo o la hija de una proscrita, y además soltera.

- Podemos tenerlo aquí. Para no tener nada, nos va estupendamente. Tampoco necesitamos gran cosa. Y el hogar, ¿es que esto no lo es? ¿Es una cuadra acaso? Podemos sacarlo adelante, ya verás como no es para tanto. Si crees que nuestra forma de vida no está a la altura, o no es lo que quieres para el bebé, me emplearé en la herrería de Vista Eterna, compraremos una casa, yo que sé, lo que tú quieras. Todo lo que quieras se puede conseguir. Y lo otro tiene solución, nena.

- No me llames nena... ¿cómo lo haces para que todos los problemas parezcan tan poca cosa?

- ¿Quieres ser mi mujer?

- Sí.

- Pues yo nos declaro marido y mujer. Ya está. Ahora nuestro bebé no será ningún bastardo.

- ...

- ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así?

- ¿Nos acabas de casar?

- Sí

- ¿Ante quién?

- Ante tí.

- ...

- ¿Te parece mal?

- No... no, me parece bien... pero estás loco, Rodrith... completamente... gracias a los dioses que te encontré.

- No... gracias a ellos que yo te encontré a ti. Eres una bendición, Carandil.

- ...

- ¿Carandil? ¿Te has dormido o te has desmayado?

- ...

- Vale... este es buen momento para irnos todos a la cama.


. . .

Tras darle muchas vueltas, he decidido escribir el capítulo a modo de diálogo puro. Espero que os guste, a mi me encanta :3  jejejeje. 

Para aquellos que habéis compartido rol con el personaje de Ahti, quizá le hayáis escuchado decir alguna vez que aunque Ivaine fue la mujer de su vida, nunca le dijo que la amaba y nunca se casó con ella. A pesar de todo, siempre se ha referido a Ivaine como su mujer. Yo creo que él mismo no sabe muy bien cómo expresar sus sentimientos y certezas al respecto. No consideraba esto que ocurrió entre ellos como un matrimonio que debiera ser reconocido ante ninguna sociedad ni ante nadie, solamente ante ellos dos. Fue un compromiso que sólo tenía que ver con ellos y que jamás estuvo siquiera en conocimiento de nadie, pero al cual siempre ha respondido y por el que siempre ha dado la cara. Creo que él también lo prefiere así, pues es muy suyo para guardar sus intimidades. Esta "boda", si es que se puede llamar boda, en realidad era una manera como otra cualquiera de tranquilizar a Ivaine y hacer que se sintiera más segura sobre él. En todo caso, cuando Ahti dice que nunca se casó con Ivaine, se refiere a que ellos nunca estuvieron reconocidos "oficialmente" como matrimonio, y dados los sucesos que ocurrieron posteriormente, eso habría podido resultar determinante.

Pero bueno, no me enrollo más, solo quería aclarar esta incoherencia que no es tal. ¡Un abrazo y gracias por leer!

III .- Noticias inesperadas

- ¡¡¿¿QUÉ??!!

La druida se sobresaltó al escucharla gritar, pero Ivaine no estaba en condiciones de mantener la calma. El mundo empezó a dar vueltas y de repente el aire no le llegaba a los pulmones. Tuvo la sensación de que iba a desmayarse en cualquier momento, pero se negó con tozudez a cometer semejante debilidad. Le sobrevino otra arcada. Gruñó y resopló, agarrándose al borde de la mesita labrada, como si quisiera estrangular a alguien.

- Tranquila... tranquila, muchacha.

Sintió la mano fresca de la elfa de la noche sobre la suya. Le estaba diciendo algo. Escuchaba su voz, la entonación suave y tranquilizadora, aunque su cabeza no podía procesar las palabras.  

"No puede ser... no puede ser, ¿cómo puede ser? Esto no debía haber pasado. Maldita sea, ¿cómo ha podido ocurrir? Soy tonta. Tonta, tonta, tonta... soy tan tonta..."

Hacía tiempo que Ivaine sabía que estaba incubando algo. Los mareos, las náuseas, los vómitos y el cansancio se habían convertido en algo casi habitual. Por eso, al final, había empezado a preocuparse lo suficiente como para acudir a la Aldea Estrella Fugaz. Éste era un asentamiento de elfos de la noche, una avanzada de vigilancia que salvaguardaba las cercanas cuevas de los druidas y se mantenía preparado con sus pocos efectivos por si había que repeler ataques de los remanentes de la Legión que aún persistían en el suroeste u otras amenazas. Allí, una de las druidas que hacía las veces de sanadora, había accedido a hacerle una revisión para determinar su enfermedad.

Y resultó que lo que Ivaine estaba incubando no era una enfermedad. Era un bebé.

"Tonta, tonta, tonta... estúpida, ¡Estúpida! ¿Es que no tienes cabeza?"

Mientras la druida repetía sus consignas esperanzadoras, eso de que toda vida es una bendición y demás frases hechas por el estilo, Ivaine sentía como si el suelo estuviera abriéndose bajo sus pies. Se obligó a reunir fuerzas suficientes para darle las gracias a la elfa y entregarle un paquete de hierbas para infusiones a modo de donativo, ya que ella no cobraba por los servicios dispensados.

- ¿Estás bien, muchacha? - preguntó la elfa, observándola comprensivamente. Ivaine enfocó la mirada en sus ojos de resplandor plateado y asintió con una vehemencia completamente irreal - ¿Quieres que te acompañe?

- No, gracias, de verdad - forzó una sonrisa y se abrochó los cordones del jubón con dedos temblorosos - Sólo me ha sorprendido, eso es todo. Además, vivo cerca.

Aun así, la kaldorei insistió en acompañarla hasta la puerta de la aldea, dándole diversos consejos que Ivaine fue incapaz de retener. Era como si la dichosa mujer estuviera hablando en Eredun, y el parloteo de su cabeza no mejoraba la situación. Tuvo ganas de estrangularla, pero tenía aún más ganas de estrangularse a sí misma ¿Cómo había sido tan ingenua para pensar que esto no podría ocurrir? Si una humana no pudiera quedarse embarazada de un elfo, los semielfos no existirían. Pero por algún motivo misterioso, Ivaine había omitido esta ancestral sabiduría y se había convencido a sí misma de que sus repetidos... sus continuos... en realidad, sus diarios y abundantes encuentros sexuales con el sin'dorei imbécil no iban a tener consecuencias como aquella. 

Se despidió de la druida y echó a andar con decisión hacia las termas. 

"Dioses, estoy embarazada". Se llevó la mano al vientre y volvió a marearse. Se sentó en una piedra, debajo de un árbol. En aquella zona no había osos, pero si los hubiera habido, le habría importado bien poco. Ahora mismo, los osos eran el menor de sus problemas. Respiró hondo y trató de calmarse, analizando la situación. Pero la mirase desde donde la mirase, era un desastre.

Ivaine nunca se había considerado muy mujer. De hecho, siempre había pensado que preferiría ser un hombre. Odiaba sus pechos y las menstruaciones, odiaba los vestidos y odiaba con toda su alma todas las indicaciones y directrices que habían intentado inclulcarle de niña sólo por ser niña. Hasta hacía relativamente poco, había envidiado a los chicos y se había sentido incómoda entre las chicas. Ellas jugaban a ser princesas atrapadas a las que tenía que rescatar un príncipe. Ella jugaba a ser un capitán de caballería de Arathi y decapitar trols. No se encontraba a gusto con su propio cuerpo, con su rostro, con su cabello. No era bonita ni femenina. Y no sabía si es que no quería serlo o si había optado por despreciar esas características porque, como ni las tenía ni creía llegar a tenerlas jamás,  para no frustrarse se convencía de que no le interesaban y no las necesitaba. 

Últimamente, eso había cambiado. Cuando Rodrith y ella empezaron a ser amantes, sus encuentros eran salvajes y urgentes, casi animales. Tenía una necesidad física de él, un hambre extraña y difícil de saciar que encontraba su reflejo en él. Pero con el tiempo, aquellos primeros revolcones violentos habían adquirido otros matices, que se habían sumado al hambre y a la pasión desenfrenada. La actitud del sin'dorei cuando intimaban le hacía sentirse deseada, y al sentirse deseada, se volvió más segura y desenvuelta. Se atrevía a buscar su satisfacción sin tapujos, a mostrarse, a provocarle, y disfrutaba con las reacciones que despertaba en su pareja. Se dio cuenta de que tenía armas que hasta entonces no conocía, y aunque nunca las utilizó con egoísmo o de una manera cruel, descubrió que en realidad, sí que era muy mujer. Puede que no tuviera la feminidad que tenía su madre, Sarah, pero tenía otra, de otra clase: más primitiva y esencial.

Esa evolución le había permitido sentirse más cómoda consigo misma y había tenido un impacto positivo en su autoestima, pero a pesar de todo, Ivaine no había avanzado tanto como para sentirse preparada para ser madre. Sabía que había chicas que a su edad ya estaban casadas y tenían una familia numerosa, pero ella apenas estaba descubriendo el tipo de mujer que era. Aquello era demasiado. Demasiado rápido.

- Dioses... ¿qué voy a hacer ahora?

Tenía los dedos sobre el vientre y miraba hacia adelante sin ver. Ahí dentro estaba creciendo un bebé. Un niño o una niña, que serían su hijo o su hija. Suyo, o suya... y de él. Cerró los ojos y tomó aire profundamente. Se le aceleró la respiración y empezó a hiperventilar. Sintió el calor líquido agolpándose detrás de los párpados y, finalmente, estalló en sollozos.

Era una proscrita. No tenía nada, nada que ofrecer a la criatura... ni siquiera tenía un apellido honrado para darle. No tenía familia a la que recurrir. En aquel momento, se sintió pequeña y frágil. Echó en falta a su madre, incluso a Theod. "Tengo a Rodrith", pensó. Y aquel pensamiento la hizo llorar más. Cuando se lo dijera a Rodrith, ¿cómo iba a reaccionar? ¿Se enfadaría con ella? ¿Se marcharía? Se abrazó a sí misma, presa del desasosiego. Si se quedaba sola, ¿qué iba a ser de ella? ¿Cómo iba a sacar adelante a la criatura? Pero si él se quedaba por la obligación, si él se quedaba para asumir su responsabilidad, pero sin quererla a ella, sin querer al bebé... no quería perderle, pero mucho menos encadenarle a sí misma con algo como eso.

- No, no, eso no puede pasar - le dijo a su vientre, acariciándolo. Apenas podía hablar entre las lágrimas y los sollozos - A tí no te pasará eso. Yo ya he crecido sin padre y no fue para tanto. Irá bien, ya lo verás. No dejaré que nadie te desprecie. Te lo prometo. Te lo prometo.

Se quedó allí más de una hora, hablando a la criatura, asegurándole que ella siempre estaría ahí. Y a medida que se escuchaba, se daba cuenta de que lo que decía era verdad. Los sollozos se fueron calmando y las lágrimas dejaron de brotar como un torrente. La desesperación dio paso a una calma grave y resignada. Cuando fue capaz de ver, se limpió la humedad de las mejillas, se envolvió en la capa y se levantó despacio, calculando sus fuerzas, para retomar el camino a casa. A partir de aquel día, su vida tenía un sentido nuevo y ya no se trataba sólo de ella. Ahora había algo mucho más importante que ella, mucho más importante que todo. Y en esto no estaba dispuesta a fallar.

No estaba preparada para ser madre, pero lo estaría. Tenía nueve meses por delante para ello.

II .- Mucho más

- Te vas a caer.

- No me voy a caer.

- La rama es demasiado fina, elfo. Se partirá y te caer...

La rama se partió y Rodrith se precipitó desde el árbol, tal y como ella había predicho. Se estrelló contra el suelo nevado: una maraña de pieles mullidas, cabello pálido y blasfemias de marinero en diversos idiomas. Ivaine levantó la ceja y se aguantó la risa, dándole con la bota en el costado.

- Te lo dije. ¿Te has hecho daño?

El sin'dorei se puso en pie rápidamente, sacudiéndose la nieve con expresión de dignidad ofendida y lanzando una mirada cruel al abeto. Gruñó a modo de negativa.

- Al menos podemos aprovechar la rama.

Ivane asintió y recogió el madero, uniéndolo a los demás que llevaba en el brazo. El nido tendría que esperar, aunque en realidad no era más que un capricho. Se había despertado con muchas ganas de comerse un huevo frito, así, sin más. Como tenían que ir a por leña, el sin'dorei, tal vez cansado de escucharla repetir la cantinela, le prometió conseguirle al menos uno.

- Oye, puedo pasar sin él, en serio - admitió, mientras bajaban la colina hacia una línea de árboles cercana a las pozas. Por su posición, aquella zona estaba más resguardada de las ventiscas y la leña se encontraba mucho más seca. - Y si tanta necesidad tuviera de un huevo, podría trepar yo misma - añadió con orgullo.

- No sabes trepar.

- ¿Que no sé trepar? - le fulminó con la mirada - Mira, sé trepar bastante mejor que tú, ¿te enteras?

Rodrith la miró de reojo con una de sus sonrisas insolentes y provocadoras. Ella le dio un puñetazo suave en el hombro.

- ¿Y por qué nunca te he visto hacerlo?

- Porque nunca ha sido necesario - respondió Ivaine con seguridad - A mi no me gusta mirar a los demás desde lugares altos para sentirme superior, elfo engreído. Y además...

No terminó la frase. Un ligero mareo le hizo detenerse, pero ni siquiera pensó en sujetarse a su compañero. Fue él quien alargó la mano, al verla dar un traspiés. Las ramas se le resbalaron de los brazos y los dedos de Rodrith la asieron con firmeza antes de que perdiera el equilibrio.

- Carandil, ¿estás bien?

El estómago se le puso del revés y le sobrevino una arcada, pero la aguantó estoicamente. Luego sacudió la cabeza y asintió, aunque se sentía algo enferma. 

- Sí...sí. Debería haber comido algo antes de salir, creo.

- ¿Te sientes débil?

Oh, qué demonios. Odiaba esa expresión, "sentirse débil". Habría respondido un rotundo e indignado "no", si no hubiera visto la mirada de Rodrith: una expresión de profunda preocupación que no se molestaba en disimular mientras la observaba ansiosamente, sujetándola con demasiada fuerza.

- Afloja, que me vas a dejar la marca de los dedos - se quejó, removiendo la muñeca.

- Lo siento.

Rodrith apartó la mano de inmediato y le rodeó la cintura con el brazo. Ella iba a protestar pero volvió a marearse y se le revolvieron las tripas. Qué inoportuno. Maldito fuera, lo que fuera que estaba incubando, porque sabía que estaba incubando algo. No podía adivinar el qué, pero ya hacía unos cuantos días que se encontraba mal. Peor de lo que nunca iba a admitir. Había intentado ocultarlo, pero es difícil hacerlo cuando convives con otra persona... y por suerte o desgracia, el sin'dorei tenía en ella más interés del que Ivaine habría esperado.

- Vamos a regresar - dijo él, con ese tono imperativo que utilizaba cuando estaba intranquilo - dame eso, ya lo llevo yo.

- Ni lo sueñes. No soy ninguna inútil.

Forcejearon un rato por la leña hasta que Ivaine accedió a dejarle llevar la mitad. Durante el camino de vuelta, el elfo apenas habló. La chica ya se encontraba mejor, pero se dio cuenta de que Rodrith seguía inquieto. Le ceñía la cintura con un abrazo firme mientras caminaban, y aunque no la miraba continuamente, ella sentía su atención sobre sí. Aquello le produjo sentimientos encontrados; por una parte, una calidez espesa y dulce en el pecho y por otro, se sentía una molestia y eso le despertaba un atisbo de culpa. Decidida a disipar el ambiente grave entre los dos, comenzó a charlar despreocupadamente.

- ¿Por qué te pusieron nombre de humano?

- ¿Qué? - el sin'dorei parpadeó, sorprendido por la pregunta repentina - ¿Nombre de humano?

- Sí. Rodrith no es un nombre élfico, ¿No? No suena como suenan los nombres élficos.

Ascendían la colina que habían empezado a bajar minutos antes, caminando lentamente sobre la nieve compacta y arrebujándose en las pieles peludas que utilizaban como capas. El sin'dorei tenía un aspecto muy peculiar con aquella indumentaria. Si su corpulencia ya era considerable sin las pieles, con ellas, el sobrenombre bárbaro que le habían colocado en la División Octava después del incidente con el oso le iba mejor que nunca. Puede que tuviera orejas largas y ojos brillantes, prendidos del resplandor de la magia, pero con la barba crecida y la larga melena salpicada de nieve Ivaine podría apostar a que un elfo de Quel'thalas no habría sabido reconocer a Rodrith como uno de los suyos.

- Pues ahora que lo dices, no lo sé - dijo el elfo, respondiendo a la pregunta - Creo que es un nombre antiguo, no sé de donde se lo sacó mi madre. De todos modos, también tengo un nombre élfico, como tú dices.

- ¿Ah sí?

- Sí. Astorel, es mi segundo nombre.

- Es bonito. Me gusta - la chica sonrió a medias, desviando la mirada para que él no se diera cuenta. - Dime una cosa... ¿cómo es que, siendo tan engreído, hablas tan poco de tí mismo? Es indignante que no me hayas dicho tu nombre completo hasta ahora.

El elfo se rió entre dientes. Habían salvado el desnivel y ahora les esperaba una hora más de paseo a lo largo de una suave llanura ondulada, en la que los árboles ocasionales asemejaban manchas entre la blancura, nubes de color malva, verde oscuro o púrpura. 

- ¿Que no hablo de mí mismo? La mayoría opina lo contrario.

- Supongo que sí, pero a mí no me engañas. - Dejó caer un poco el peso en él. Ya que la estaba abrazando, ¿por qué no aprovecharlo? Nunca terminaría de acostumbrarse a eso, a tener un brazo alrededor, una mano siempre cerca - No eres lo que pareces. Hablas mucho de ti, pero no dices nada... pareces cercano y fácil de conocer, pero creo que nadie te conoce. Eres demasiado reservado.

Durante unos minutos, sólo caminaron en silencio. Ivaine se preguntó si le había molestado, aunque normalmente era fácil saber cuándo estaba molesto, porque tensaba la postura como si estuviera preparándose para atacar a alguien... y esta vez no lo había hecho.

- Seguramente tengas razón - confesó, al fin - No es algo premeditado. Es mi manera de ser.

Ivaine le miró de reojo. Había vuelto a abrir una pequeña brecha en él, y lo sabía. Podía verlo en sus ojos, que se habían vuelto un tanto opacos, a pesar de que su semblante no había cambiado en absoluto. Ella sabía que Rodrith se había sentido muy cercano a los compañeros de la División Octava. Sabía que su relación con Derlen y con Berth era estrecha, que, al igual que ella, él también había abierto sus puertas a aquel grupo de almas esperanzadas y perpetuamente jóvenes, les había dejado entrar y ahora, el hueco que habían dejado parecía imposible de cerrarse. Un agujero de silencio, un desgarrón de vacío. Recordó la expresión del sin'dorei cuando Theod Samuelson huyó del campo de batalla y un latigazo de ira ardiente le golpeó por dentro. Les había traicionado a todos, pero ella había visto el rostro del elfo cuando su capitán huía, la incredulidad y la incomprensión. Estaba segura de que algo muy valioso se había roto dentro de él ese día.

- ¿Por qué nunca hablamos de ellos? - preguntó al fin, en un tono suave.

Esta vez sí percibió la tensión en sus músculos. "Ya está, se ha puesto a la defensiva". Ivaine se maldijo a sí misma. Siempre pasaba, las escasas ocasiones en las que se atrevía a sacar el tema.

- ¿Es que hay algo que decir?

Ivaine apretó los labios y luego le miró directamente, alzando el rostro hacia él.

- Quizá sería mejor exorcizar todo eso desahogándote que revolverte por las noches entre pesadillas.

El elfo se paró en seco y le devolvió la mirada, entrecerrando los ojos como si se sintiera desafiado. Ella se contuvo y se esforzó por mantenerse serena y firme. Si se enfadaba ahora, seguro que él no diría nada.  No era fácil manejarse con alguien de carácter tan fuerte como Rodrith, menos aún cuando ella misma era de naturaleza similar. Pero iba aprendiendo. Iban aprendiendo, de acuerdo, tenía que reconocer que él también se esforzaba. Prueba de ello fue que accedió a responder sin desdenes y sin desviar el tema.

- No tengo nada que decir... o quizá es que no sé que decir al respecto. De todos modos, hablar de lo que pasó no va a hacer que se vayan los recuerdos. Ni que deje de soñar.

- Bueno... eso no lo sabrás si no lo intentas.

El elfo pareció pensárselo un momento. Después suspiró y negó con la cabeza. Ivaine se atrevió a ir un poco más lejos, suavizó su voz al máximo y, cuando reanudaron la marcha, le tanteó con otra pregunta.

- ¿Theod era muy amigo tuyo?

El sin'dorei avanzaba con la mirada fija hacia el frente. Ivaine sabía que, en realidad, estaba vuelta hacia atrás. Luego la estrechó un poco más hacia sí. Percibiendo su necesidad de cercanía, ella pegó el costado a su cuerpo y le pasó el brazo libre por la cintura, cerrando la mano en la capa de pelo blanco. Tal vez eso era una respuesta. Él siempre había sido más de actos que de palabras. ¿Acercarla hacia él quería decir "sí, lo era y me hizo daño"? ¿O quería decir "lo fuera o no, estoy hecho polvo por su traición"? Sin embargo, cuando la chica había perdido ya toda esperanza, Rodrith contestó, en un susurro.

- Era mucho más - hizo una larga pausa. Ivaine no interrumpió, apenas sí se atrevía a respirar, temiendo que él dejara de hablar. - El hermano que siempre había querido tener. El capitán al que habría seguido hasta el final. Creía que era un gran hombre... y que llegaría a ser aún más grande. - Luego tensó la mandíbula y su voz se volvió áspera - Pero me equivoqué.

Ivaine desvió la mirada y siguieron caminando, apoyándose el uno en el otro. Casi podía tocar su herida. Estaba segura de que, si metía la mano debajo de la capa, encontraría sangre de su alma en alguna parte. "Pues claro que está herido, pero es tan cabezota..." Entonces él volvió a detenerse y frunció el ceño, como si estuviera sumido en reflexiones muy profundas y cruciales. Después la miró, con una de esas miradas que la desarmaban y parecían tocarle por dentro.

- No me gusta hablar de mí mismo, es verdad. Y puede que no sea transparente. - Se detuvo, como si buscara las palabras. Ella tuvo el impulso de tirarle del pelo y zarandearle, gritarle "¡Dilo de una vez, maldita sea, suéltalo!", pero aguardó, disimulando su impaciencia. -  No me oculto de ti a conciencia, es sólo que no sé ser de otra manera. A veces lo intento, pero no estoy seguro de poder controlarlo. Lo que quiero decir es... que no quiero ser un desconocido para ti, Ivaine. Tú también eres... eres importante para mí. Eres mucho más. Mucho más que nadie.

Ivaine se mordió el labio. Él hizo una mueca, una pregunta silenciosa para cerciorarse de que ella había entendido. Y lo cierto es que lo había hecho. La chica asintió con la cabeza y sonrió un poco. Habría preferido otra cosa, algo más claro, como un "te quiero", pero no estaba nada mal... por el momento.

- No creas que eres tan terrible, elfo engreído - repuso, alzando la barbilla. - Ya te he dicho que a mí no puedes engañarme, aunque a veces te gustaría. Sé perfectamente cómo eres, lo que piensas y lo que sientes.

Rodrith se echó a reír, inclinando la cabeza hacia atrás con una carcajada franca y luminosa que fue como un amanecer en el corazón de Ivaine. "Dioses, terminaré atándome lacitos y usando enaguas si sigo sintiendo y pensando estas cosas tan... tan cursis", se dijo, al notar que le flojeaban un poco las piernas al verle recuperar la alegría. Él echó a andar, estrechándola más con el brazo.

- Bien, si eso es así, entonces me ahorro el tener que decirte cómo soy, qué pienso y lo que siento, ¿no? Como lo sabes todo...

- ¡No! De eso nada, tienes que hacerlo. 

- ¿Por qué? Si ya lo sabes.

- Pero podría equivocarme... aunque no es probable.

- No, seguro que no te equivocas. Todo lo que piensas es acertado.

- ¿Qué? Eso es trampa. Maldito seas, eres un cabrón.

- ¿Ves? Siempre aciertas.

Cuando llegaron al refugio, les faltaba la mitad de la leña. Ivaine vomitó dos veces a escondidas, y al final, antes de que cayera la noche, Rodrith consiguió robar un nido para que ella tuviera su capricho.