miércoles, 28 de septiembre de 2011

II .- Mucho más

- Te vas a caer.

- No me voy a caer.

- La rama es demasiado fina, elfo. Se partirá y te caer...

La rama se partió y Rodrith se precipitó desde el árbol, tal y como ella había predicho. Se estrelló contra el suelo nevado: una maraña de pieles mullidas, cabello pálido y blasfemias de marinero en diversos idiomas. Ivaine levantó la ceja y se aguantó la risa, dándole con la bota en el costado.

- Te lo dije. ¿Te has hecho daño?

El sin'dorei se puso en pie rápidamente, sacudiéndose la nieve con expresión de dignidad ofendida y lanzando una mirada cruel al abeto. Gruñó a modo de negativa.

- Al menos podemos aprovechar la rama.

Ivane asintió y recogió el madero, uniéndolo a los demás que llevaba en el brazo. El nido tendría que esperar, aunque en realidad no era más que un capricho. Se había despertado con muchas ganas de comerse un huevo frito, así, sin más. Como tenían que ir a por leña, el sin'dorei, tal vez cansado de escucharla repetir la cantinela, le prometió conseguirle al menos uno.

- Oye, puedo pasar sin él, en serio - admitió, mientras bajaban la colina hacia una línea de árboles cercana a las pozas. Por su posición, aquella zona estaba más resguardada de las ventiscas y la leña se encontraba mucho más seca. - Y si tanta necesidad tuviera de un huevo, podría trepar yo misma - añadió con orgullo.

- No sabes trepar.

- ¿Que no sé trepar? - le fulminó con la mirada - Mira, sé trepar bastante mejor que tú, ¿te enteras?

Rodrith la miró de reojo con una de sus sonrisas insolentes y provocadoras. Ella le dio un puñetazo suave en el hombro.

- ¿Y por qué nunca te he visto hacerlo?

- Porque nunca ha sido necesario - respondió Ivaine con seguridad - A mi no me gusta mirar a los demás desde lugares altos para sentirme superior, elfo engreído. Y además...

No terminó la frase. Un ligero mareo le hizo detenerse, pero ni siquiera pensó en sujetarse a su compañero. Fue él quien alargó la mano, al verla dar un traspiés. Las ramas se le resbalaron de los brazos y los dedos de Rodrith la asieron con firmeza antes de que perdiera el equilibrio.

- Carandil, ¿estás bien?

El estómago se le puso del revés y le sobrevino una arcada, pero la aguantó estoicamente. Luego sacudió la cabeza y asintió, aunque se sentía algo enferma. 

- Sí...sí. Debería haber comido algo antes de salir, creo.

- ¿Te sientes débil?

Oh, qué demonios. Odiaba esa expresión, "sentirse débil". Habría respondido un rotundo e indignado "no", si no hubiera visto la mirada de Rodrith: una expresión de profunda preocupación que no se molestaba en disimular mientras la observaba ansiosamente, sujetándola con demasiada fuerza.

- Afloja, que me vas a dejar la marca de los dedos - se quejó, removiendo la muñeca.

- Lo siento.

Rodrith apartó la mano de inmediato y le rodeó la cintura con el brazo. Ella iba a protestar pero volvió a marearse y se le revolvieron las tripas. Qué inoportuno. Maldito fuera, lo que fuera que estaba incubando, porque sabía que estaba incubando algo. No podía adivinar el qué, pero ya hacía unos cuantos días que se encontraba mal. Peor de lo que nunca iba a admitir. Había intentado ocultarlo, pero es difícil hacerlo cuando convives con otra persona... y por suerte o desgracia, el sin'dorei tenía en ella más interés del que Ivaine habría esperado.

- Vamos a regresar - dijo él, con ese tono imperativo que utilizaba cuando estaba intranquilo - dame eso, ya lo llevo yo.

- Ni lo sueñes. No soy ninguna inútil.

Forcejearon un rato por la leña hasta que Ivaine accedió a dejarle llevar la mitad. Durante el camino de vuelta, el elfo apenas habló. La chica ya se encontraba mejor, pero se dio cuenta de que Rodrith seguía inquieto. Le ceñía la cintura con un abrazo firme mientras caminaban, y aunque no la miraba continuamente, ella sentía su atención sobre sí. Aquello le produjo sentimientos encontrados; por una parte, una calidez espesa y dulce en el pecho y por otro, se sentía una molestia y eso le despertaba un atisbo de culpa. Decidida a disipar el ambiente grave entre los dos, comenzó a charlar despreocupadamente.

- ¿Por qué te pusieron nombre de humano?

- ¿Qué? - el sin'dorei parpadeó, sorprendido por la pregunta repentina - ¿Nombre de humano?

- Sí. Rodrith no es un nombre élfico, ¿No? No suena como suenan los nombres élficos.

Ascendían la colina que habían empezado a bajar minutos antes, caminando lentamente sobre la nieve compacta y arrebujándose en las pieles peludas que utilizaban como capas. El sin'dorei tenía un aspecto muy peculiar con aquella indumentaria. Si su corpulencia ya era considerable sin las pieles, con ellas, el sobrenombre bárbaro que le habían colocado en la División Octava después del incidente con el oso le iba mejor que nunca. Puede que tuviera orejas largas y ojos brillantes, prendidos del resplandor de la magia, pero con la barba crecida y la larga melena salpicada de nieve Ivaine podría apostar a que un elfo de Quel'thalas no habría sabido reconocer a Rodrith como uno de los suyos.

- Pues ahora que lo dices, no lo sé - dijo el elfo, respondiendo a la pregunta - Creo que es un nombre antiguo, no sé de donde se lo sacó mi madre. De todos modos, también tengo un nombre élfico, como tú dices.

- ¿Ah sí?

- Sí. Astorel, es mi segundo nombre.

- Es bonito. Me gusta - la chica sonrió a medias, desviando la mirada para que él no se diera cuenta. - Dime una cosa... ¿cómo es que, siendo tan engreído, hablas tan poco de tí mismo? Es indignante que no me hayas dicho tu nombre completo hasta ahora.

El elfo se rió entre dientes. Habían salvado el desnivel y ahora les esperaba una hora más de paseo a lo largo de una suave llanura ondulada, en la que los árboles ocasionales asemejaban manchas entre la blancura, nubes de color malva, verde oscuro o púrpura. 

- ¿Que no hablo de mí mismo? La mayoría opina lo contrario.

- Supongo que sí, pero a mí no me engañas. - Dejó caer un poco el peso en él. Ya que la estaba abrazando, ¿por qué no aprovecharlo? Nunca terminaría de acostumbrarse a eso, a tener un brazo alrededor, una mano siempre cerca - No eres lo que pareces. Hablas mucho de ti, pero no dices nada... pareces cercano y fácil de conocer, pero creo que nadie te conoce. Eres demasiado reservado.

Durante unos minutos, sólo caminaron en silencio. Ivaine se preguntó si le había molestado, aunque normalmente era fácil saber cuándo estaba molesto, porque tensaba la postura como si estuviera preparándose para atacar a alguien... y esta vez no lo había hecho.

- Seguramente tengas razón - confesó, al fin - No es algo premeditado. Es mi manera de ser.

Ivaine le miró de reojo. Había vuelto a abrir una pequeña brecha en él, y lo sabía. Podía verlo en sus ojos, que se habían vuelto un tanto opacos, a pesar de que su semblante no había cambiado en absoluto. Ella sabía que Rodrith se había sentido muy cercano a los compañeros de la División Octava. Sabía que su relación con Derlen y con Berth era estrecha, que, al igual que ella, él también había abierto sus puertas a aquel grupo de almas esperanzadas y perpetuamente jóvenes, les había dejado entrar y ahora, el hueco que habían dejado parecía imposible de cerrarse. Un agujero de silencio, un desgarrón de vacío. Recordó la expresión del sin'dorei cuando Theod Samuelson huyó del campo de batalla y un latigazo de ira ardiente le golpeó por dentro. Les había traicionado a todos, pero ella había visto el rostro del elfo cuando su capitán huía, la incredulidad y la incomprensión. Estaba segura de que algo muy valioso se había roto dentro de él ese día.

- ¿Por qué nunca hablamos de ellos? - preguntó al fin, en un tono suave.

Esta vez sí percibió la tensión en sus músculos. "Ya está, se ha puesto a la defensiva". Ivaine se maldijo a sí misma. Siempre pasaba, las escasas ocasiones en las que se atrevía a sacar el tema.

- ¿Es que hay algo que decir?

Ivaine apretó los labios y luego le miró directamente, alzando el rostro hacia él.

- Quizá sería mejor exorcizar todo eso desahogándote que revolverte por las noches entre pesadillas.

El elfo se paró en seco y le devolvió la mirada, entrecerrando los ojos como si se sintiera desafiado. Ella se contuvo y se esforzó por mantenerse serena y firme. Si se enfadaba ahora, seguro que él no diría nada.  No era fácil manejarse con alguien de carácter tan fuerte como Rodrith, menos aún cuando ella misma era de naturaleza similar. Pero iba aprendiendo. Iban aprendiendo, de acuerdo, tenía que reconocer que él también se esforzaba. Prueba de ello fue que accedió a responder sin desdenes y sin desviar el tema.

- No tengo nada que decir... o quizá es que no sé que decir al respecto. De todos modos, hablar de lo que pasó no va a hacer que se vayan los recuerdos. Ni que deje de soñar.

- Bueno... eso no lo sabrás si no lo intentas.

El elfo pareció pensárselo un momento. Después suspiró y negó con la cabeza. Ivaine se atrevió a ir un poco más lejos, suavizó su voz al máximo y, cuando reanudaron la marcha, le tanteó con otra pregunta.

- ¿Theod era muy amigo tuyo?

El sin'dorei avanzaba con la mirada fija hacia el frente. Ivaine sabía que, en realidad, estaba vuelta hacia atrás. Luego la estrechó un poco más hacia sí. Percibiendo su necesidad de cercanía, ella pegó el costado a su cuerpo y le pasó el brazo libre por la cintura, cerrando la mano en la capa de pelo blanco. Tal vez eso era una respuesta. Él siempre había sido más de actos que de palabras. ¿Acercarla hacia él quería decir "sí, lo era y me hizo daño"? ¿O quería decir "lo fuera o no, estoy hecho polvo por su traición"? Sin embargo, cuando la chica había perdido ya toda esperanza, Rodrith contestó, en un susurro.

- Era mucho más - hizo una larga pausa. Ivaine no interrumpió, apenas sí se atrevía a respirar, temiendo que él dejara de hablar. - El hermano que siempre había querido tener. El capitán al que habría seguido hasta el final. Creía que era un gran hombre... y que llegaría a ser aún más grande. - Luego tensó la mandíbula y su voz se volvió áspera - Pero me equivoqué.

Ivaine desvió la mirada y siguieron caminando, apoyándose el uno en el otro. Casi podía tocar su herida. Estaba segura de que, si metía la mano debajo de la capa, encontraría sangre de su alma en alguna parte. "Pues claro que está herido, pero es tan cabezota..." Entonces él volvió a detenerse y frunció el ceño, como si estuviera sumido en reflexiones muy profundas y cruciales. Después la miró, con una de esas miradas que la desarmaban y parecían tocarle por dentro.

- No me gusta hablar de mí mismo, es verdad. Y puede que no sea transparente. - Se detuvo, como si buscara las palabras. Ella tuvo el impulso de tirarle del pelo y zarandearle, gritarle "¡Dilo de una vez, maldita sea, suéltalo!", pero aguardó, disimulando su impaciencia. -  No me oculto de ti a conciencia, es sólo que no sé ser de otra manera. A veces lo intento, pero no estoy seguro de poder controlarlo. Lo que quiero decir es... que no quiero ser un desconocido para ti, Ivaine. Tú también eres... eres importante para mí. Eres mucho más. Mucho más que nadie.

Ivaine se mordió el labio. Él hizo una mueca, una pregunta silenciosa para cerciorarse de que ella había entendido. Y lo cierto es que lo había hecho. La chica asintió con la cabeza y sonrió un poco. Habría preferido otra cosa, algo más claro, como un "te quiero", pero no estaba nada mal... por el momento.

- No creas que eres tan terrible, elfo engreído - repuso, alzando la barbilla. - Ya te he dicho que a mí no puedes engañarme, aunque a veces te gustaría. Sé perfectamente cómo eres, lo que piensas y lo que sientes.

Rodrith se echó a reír, inclinando la cabeza hacia atrás con una carcajada franca y luminosa que fue como un amanecer en el corazón de Ivaine. "Dioses, terminaré atándome lacitos y usando enaguas si sigo sintiendo y pensando estas cosas tan... tan cursis", se dijo, al notar que le flojeaban un poco las piernas al verle recuperar la alegría. Él echó a andar, estrechándola más con el brazo.

- Bien, si eso es así, entonces me ahorro el tener que decirte cómo soy, qué pienso y lo que siento, ¿no? Como lo sabes todo...

- ¡No! De eso nada, tienes que hacerlo. 

- ¿Por qué? Si ya lo sabes.

- Pero podría equivocarme... aunque no es probable.

- No, seguro que no te equivocas. Todo lo que piensas es acertado.

- ¿Qué? Eso es trampa. Maldito seas, eres un cabrón.

- ¿Ves? Siempre aciertas.

Cuando llegaron al refugio, les faltaba la mitad de la leña. Ivaine vomitó dos veces a escondidas, y al final, antes de que cayera la noche, Rodrith consiguió robar un nido para que ella tuviera su capricho.

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